martes, 9 de marzo de 2010

RELATOS: Te he grabado un CD

Por Montse Rius






Subió al autobús sin muchas ganas, más que nada porque debía hacerlo y porque tampoco tenía otras opciones. Buscó un asiento y, obedientemente, se abrochó el cinturón de seguridad en cuanto lo hubo ocupado. Acomodó el reposa brazos después, y apoyó la cabeza en el respaldo cuando el vehículo se puso en marcha. Muchas veces se mareaba en los autobuses, y lo detestaba.



En la radio se oía una canción de un grupo que no conocía, aparentemente por petición de algún oyente.



Te he grabado un CD

para que te lo pongas

cuando no estés conmigo.



Curioso, pensó. ¿No era eso lo que le había dicho él antes de entregarle su regalo de despedida? De hecho, lo llevaba en el bolso en ese momento...



Una recopilación

que te recuerde cosas

que hemos vivido.



Curiosa canción. Él también había comentado eso y, conociéndolo, no podía ser casualidad. Muy probablemente sería un admirador del grupo, pues de otro modo no lo imitaría.



Intrigada, sacó el dichoso CD, guardado en una fina caja de plástico que tenía pinta de romperse al primer golpe, aunque de un bonito color morado. En la parte trasera había una nota avisando que las canciones estaban en formato MP3 para que las pudiera escuchar en su iPod si llegaban a gustarle, y en la delantera ponía, de forma simple y sencilla, CeDé.



CeDé, no dos iniciales de palabras inglesas, sino una transcripción fonética del nombre común del... objeto.



Sonrió para sí, sin sentirse realmente sorprendida por algo como eso. A él le gustaban ese tipo de cosas.



Abrió la caja para mirar la lista de canciones, segura de que la habría añadido, y no se equivocó: estaba en una pegatina puesta en el interior de la tapa, escrito a mano con bolígrafos de colores; otro de sus sellos particulares.



La canción seguía sonando como telón de fondo, como guía invisible.



La primera es la que estás pensando.

La segunda, digas lo que digas, te gusta.



¿Cuál podría ser la primera? Un título, un título... Claro, por supuesto. Un romántico empedernido como él solo podía poner como primera canción Stay behind me, de Sexy Sadie. Era básico, teniendo en cuenta el inicio de su relación. Pero la segunda ya era otro cantar.



Una canción que el gustara era algo difícil de encontrar, principalmente porque era muy exigente con la música, pero había una sola... Una sola... Vamos a volar, de La Casa Azul. Aunque sonaran cursis, esa canción tenía un toque que, definitivamente, le gustaba.



Qué bien la conocía, pensó al comprobar las dos primeras canciones en la lista. Y siguió mirando la tercera y la cuarta...



La tercera es un poco larga.

Y de la cuarta hace tiempo que estás harta.



¿La tercera? Too long, de Daft Punk. ¿Por qué esa canción? Tendría que ponerse a escuchar el CD para recordar la letra, por si acaso así era capaz de entenderlo. Y la cuarta, cómo no, La Culpa de Astrud... ¡Astrud! ¡El grupo intérprete de aquella odiosa canción de la radio! Sí, estaba harta de oírla, como estaba harta de oírlo pedir disculpas por cada cosa que, según él, estuviera mal...



Era exasperante.



Son estas, no son otras,

las canciones que vienen al caso.

En realidad para lo explicar lo nuestro

con sólo media estrofa hubiese bastado.



Media estrofa. Ahí, cortando la lista por la mitad, había una media estrofa de Björk: No light, no air to live in / a place called hate / the city of fear. ¿Era eso lo que él pensaba de su relación...? Y ella, ¿no había sentido lo mismo alguna vez? Asfixia, odio, inseguridad... Sí, en algunos momentos de su relación había sentido todo eso, y había sentido deseos de dejarlo y abandonar, pero se había controlado para intentarlo una vez más.



En la quinta te enfadas conmigo.

En la sexta te enfadas conmigo con motivo.



La quinta resultó ser una canción odiosa que le recordaba la actitud de él en sus momentos de intimidad: Quiero hacerte gritar, de Los Piratas. Una canción repulsiva, machista, en la que lo único salvable era la voz del intérprete, porque lo demás... Lo odiaba de verdad.



La sexta era una burla a aquellos tiempos de la "media estrofa". Era otra vez La Casa Azul, con su Superguay. ¿Tan superficial la consideraba? Ridículo. Él era un estúpido infantil.



En la séptima me has perdonado.

Pero la octava era lo que te faltaba.



La séptima era Patrick Wolf, el adorable Patrick Wolf. La canción era The Magic Position, aquella del video tan alegre y tan bonito. Haciendo memoria sobre la letra de la canción, ¿era posible no hacer lo que Astrud insinuaba, no perdonarle? Pero...



...Caridad. La última canción, la octava, era Caridad. La canción burlona en la que lo instaba a apiadarse de él, que se quedaba solo y desgraciado al dejarla. De Astrud también. Y, para añadir más leña al fuego, había una nota junto al título de la canción:



"Todo lo que no te pude decir."



Fantástico, se dijo a sí misma. Este tipo es un condenado imbécil.



Son estas, no son otras,

las canciones que vienen al caso.

En realidad para acabar con esto

con sólo un estribillo hubiese bastado.



Y sí, no falló. Añadió un estribillo al final de la nota con las canciones, un estribillo muy locuaz: Pudo ser un amor del montón, / pero todo el montón era mío. / Pudo ser, pero nunca fue nada / y en nada se queda el montón. Sr. Chinarro y su don de la oportunidad.



La canción de la radio terminó. Ella se masajeó las sienes, molesta y exasperada, antes de sacar su discman y poner el CD, el CeDé. Pasó las canciones una a una hasta el final, indecisa sobre si escucharla o no. Se detuvo cuando vio que la pequeña pantalla del aparato marcaba un nueve en lugar de un ocho, y pulsó el botón de play.



La canción que empezó a sonar le puso el vello de punta.



Te he grabado un CD...

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